Si usted no se ha vacunado y yo sí, entonces lo sensato es que yo, que vivo sin problemas, feliz y tranquilo, ya que nadie me puede contagiar ni yo puedo contagiar, me despreocupe de lo que usted haga; mientras que usted, que vive y sobrevive sin vacunarse, lo que le aconsejo sinceramente es dejar la vida pasar y ver y observar pacientemente qué pasa con los millones de personas que voluntariamente nos hemos vacunado. Por otra parte, a mí, como vacunado (¿inmunizado?), me resulta sospechoso el interés de los vacunados, como yo, no por disfrutar de la vida, sino que, por el contrario, nos concentramos en que la gente como usted se vacune. Piénselo fríamente, por favor.