l Dr. Günter Kampf (Epidemiólogo hospitalario, consultor y profesor asociado de higiene y medicina ambiental en la Universidad de Medicina de Greifswald, Instituto de Higiene y Medicina Ambiental de Alemania) se demuestra con datos de estudios ya realizados que “estigmatizar a los no vacunados no se justifica“, pues como ya se ha afirmado por las autoridades sanitarias y es conocido por todos, especialmente por los propios afectados, los vacunados no han ganado inmunidad alguna frente a la enfermedad, sino solo protección para el caso de que enfermasen, por lo que son igualmente contagiadores, de forma que, en su estudio, el Dr. Kampf afirma que “cada vez hay más pruebas de que las personas vacunadas siguen teniendo un papel relevante en la transmisión“, poniendo para ello varios ejemplos basados en la práctica clínica.
En España, y con un índice de personas completamente vacunadas que roza el 80% de la población, la carga de la prueba sobre la eficacia de las “vacunas” Covid y la petición de responsabilidades sobre la procedencia de los contagios tendría que recaer en las autoridades sanitarias y políticas, las mismas que nos aseguraron que la inmunidad de grupo se alcanzaría cuando la tasa de vacunación llegase a altas cotas, poniéndose como objetivo el 70% de la población mayor de 12 años. Superada esa cifra con creces, y a pesar de que tanto las farmacéuticas fabricantes han reducido considerablemente la eficacia de sus fármacos, así como el haberse sustituido inmunización por protección contra la enfermedad, se insiste en culpabilizar injustificadamente y de manera irracional a una minoría de la población hasta el punto de deshumanizarla por completo y hacerla parecer “agentes patógenos per se” antes que seres humanos.
Y sin embargo, con el actual estado de ambas Ciencias, la jurídica y la científica, la lógica de ese planteamiento con el que se intenta inculpar a un sector minoritario de la población habría de conducirnos obligatoriamente a que se averiguase la procedencia y origen de todos y de cada uno de los contagios que se produjeran (si se debe a un vacunado o a un no vacunado) para que tanto las garantías jurídicas de las personas como el rigor que exige la metodología científica se respetasen sin caer en erróneas sentencias y conclusiones, respectivamente.
Recordamos el poder que los medios de comunicación de masas tienen como correa de transmisión de sentimientos lesivos, de exclusión o marginación, de incitación al odio y de estigmatización de determinadas personas o grupos y colectivos en función de su nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, tal y como dolorosamente nos demuestran las experiencias de discriminación del pasado que ya creíamos haber superado. Por poner solos dos ejemplos, nos acordamos del papel fundamental de cine y radio en los totalitarismos de principios del siglo pasado o el más reciente de la radio en la guerra civil entre hutus y tutsis de finales del mismo.
l Dr. Günter Kampf (Epidemiólogo hospitalario, consultor y profesor asociado de higiene y medicina ambiental en la Universidad de Medicina de Greifswald, Instituto de Higiene y Medicina Ambiental de Alemania) se demuestra con datos de estudios ya realizados que “estigmatizar a los no vacunados no se justifica“, pues como ya se ha afirmado por las autoridades sanitarias y es conocido por todos, especialmente por los propios afectados, los vacunados no han ganado inmunidad alguna frente a la enfermedad, sino solo protección para el caso de que enfermasen, por lo que son igualmente contagiadores, de forma que, en su estudio, el Dr. Kampf afirma que “cada vez hay más pruebas de que las personas vacunadas siguen teniendo un papel relevante en la transmisión“, poniendo para ello varios ejemplos basados en la práctica clínica.
En España, y con un índice de personas completamente vacunadas que roza el 80% de la población, la carga de la prueba sobre la eficacia de las “vacunas” Covid y la petición de responsabilidades sobre la procedencia de los contagios tendría que recaer en las autoridades sanitarias y políticas, las mismas que nos aseguraron que la inmunidad de grupo se alcanzaría cuando la tasa de vacunación llegase a altas cotas, poniéndose como objetivo el 70% de la población mayor de 12 años. Superada esa cifra con creces, y a pesar de que tanto las farmacéuticas fabricantes han reducido considerablemente la eficacia de sus fármacos, así como el haberse sustituido inmunización por protección contra la enfermedad, se insiste en culpabilizar injustificadamente y de manera irracional a una minoría de la población hasta el punto de deshumanizarla por completo y hacerla parecer “agentes patógenos per se” antes que seres humanos.
Y sin embargo, con el actual estado de ambas Ciencias, la jurídica y la científica, la lógica de ese planteamiento con el que se intenta inculpar a un sector minoritario de la población habría de conducirnos obligatoriamente a que se averiguase la procedencia y origen de todos y de cada uno de los contagios que se produjeran (si se debe a un vacunado o a un no vacunado) para que tanto las garantías jurídicas de las personas como el rigor que exige la metodología científica se respetasen sin caer en erróneas sentencias y conclusiones, respectivamente.
Recordamos el poder que los medios de comunicación de masas tienen como correa de transmisión de sentimientos lesivos, de exclusión o marginación, de incitación al odio y de estigmatización de determinadas personas o grupos y colectivos en función de su nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, tal y como dolorosamente nos demuestran las experiencias de discriminación del pasado que ya creíamos haber superado. Por poner solos dos ejemplos, nos acordamos del papel fundamental de cine y radio en los totalitarismos de principios del siglo pasado o el más reciente de la radio en la guerra civil entre hutus y tutsis de finales del mismo.