El social-comunismo o, simplemente, para llamar a las cosas por su nombre, el comunismo, sin más, no se rendirá en los próximos días, meses, años y, así, siempre, ya sea con este nombre ya con otras etiquetas, pero siempre con el mismo propósito: impedir la felicidad de aquellos a los que sonría la vida para que todos, todos malvivan. En conclusión, el comunista piensa que, si él no puede ser feliz, nadie debe serlo. Y, así, aunque nunca lo consigue porque está en su naturaleza ser un desgraciado (persona sin gracia), seguirá intentándolo, generación tras generación, con todas sus fuerzas. Sus objetivos: aplastar la familia, las creencias en la vida y el amor, eliminar la libertad de expresión y pensamiento, y crear una sociedad inhumana en la que sea posible matar a la carta a los más vulnerables (bebés o ancianos). En resumen, le deseo a usted que viva y sea feliz en su burbuja, pero sin bajar la guardia: las alcantarillas de la humanidad no tienen ‘principios’… ni fin distinto que el de eliminar la alegría de contemplar la Creación.