Un lector nos envía sus sensaciones, sus sentires ante esta estupidez que estamos viviendo:
«Camino por la calle y respiro, todavía es legal.
Y pienso:
Entraré en un restaurante donde compartiré una sala sin ventilación con un grupo de desconocidos.
Al poco, me digo:
Todos sin protección ante el grave peligro infeccioso que acecha ¿Lo habrán pensado? Será, supongo, porque se sienten seguros ahí sentados mientras que, al levantarse, pierden esa seguridad y se ponen la mascarilla que les protege y reflexiono ¿Será por eso? Y me pregunto ¿Sabrán algo que yo no se?
Y es en esos momentos, cuando estoy a punto de entrar, cuando emerge mi problema: O acepto el ‘trapo’ sobre mi cara durante los escasos segundos que van desde la entrada hasta mi mesa. O me revelo ante tanta hipocresía.
Supongo que debería pensar menos y obedecer más ¿La vida, mi vida, sería más confortable si obedezco como un autómata, sin pensar?»

