Y las llamamos vacunas (ya que parece ser que no nos queda otro remedio) porque resulta que la Organización Mundial de la Salud, los CDC, la Agencia Europea del Medicamento y a saber cuantos estamentos oficiales más, han redefinido el nombre vacuna, que antes servía para que un medicamento por el cual al inocularlo en el ser humano, éste se inmunizaba del patógeno que le quería atacar, por otro concepto que resulta que, al inocularlo, el receptor va a seguir siendo nada inmune y va a seguir pudiendo contagiar si se infecta con dicho patógeno.

Por tanto, y dicho lo anterior, el siguiente organigrama, describe perfecta y rotundamente la utilidad del tan aclamado certificado covid, pasaporte covid, pasaporte de vacunación o como quieran llamarle:

Visto el organigrama, lo único que cabe pensar, es que la utilidad del mismo servirá para poder ir a tomarse una cerveza a un bar, comer en un restaurante o poder coger un avión o tren, porque lo que es para sentirse seguro por haberse pinchado un experimento en el cuerpo va a ser que más bien no, por eso uno no debe sentirse seguro.

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