

Cualquier conjunto de personas que se agrupan y organizan deliberadamente para cooperar y, así, lograr algo en la vida, configuran una sociedad. Resulta evidente que es condición fundamental la intercomunicación para que las ideas de unos fluyan a los demás, si no, es imposible que la cooperación se dé. Y, si la tal sociedad supera cierto número, es imprescindible que exista, no solo un idioma común, sino, y es fundamental, un lenguaje que sea, tanto escrito por una gran mayoría, como comprendido por la práctica totalidad. De otra forma, ningún grupo humano devendría sociedad, pues es requisito necesario, aunque no suficiente, que los miembros de la sociedad en cuestión entiendan las ideas que emanan de otros de sus componentes.
Y eso es lo que pasa, en mi opinión, en la sociedad que yo vivo, la española. Para hacerme entender, voy a explicar resumidamente lo que acabo de decir: tantas más palabras tenga un escrito, menos lectores, más allá del titular, tendrá; tanto más complejas las idea que transmitan esas palabras, menos personas -que lean tal escrito- captaran el mensaje. Esta conclusión nos llevaría, siguiendo una simple cadena de inferencias, a que basta con que una persona (física o busto parlante) cuente algo, coherente o no, y fácil de entender con pocas palabras y léxico limitadísimo, en frases repetidas diciendo lo mismo reiteradamente para que los analfabetos funcionales o los lectores zánganos, ambos dos sin capacidad crítica, hagan caso omiso de los pensamientos de cierta categoría y se queden con lo vulgar y simple.
Mientras el esfuerzo de esa sociedad no vaya en el sentido apuntado de mejorar las capacidades intelectuales de la mayoría de la sociedad, sino que esté manipulada para ir en el sentido contrario, es del todo imposible de toda imposibilidad que los menos favorecidos se alejen de la animalidad para acercarse a su destino: la divinidad.
Preveo una posibilidad para que, como conjunto, un grupo humano evolucione. Para ello, han de existir en esa sociedad subconjuntos de personas con una visión tan magnánima como para comprender que, en alguna medida, sin abandonar la propia evolución, se dediquen esfuerzos de todo tipo para que cada vez más individuos se alejen del animal abriendo, así, las puertas a nuestro verdadero destino. En caso contrario, la ligera maroma que nos une con lo excelso irá rompiéndose, hilo tras hilo, hasta que buena parte de nosotros, los humanos, se despeñarán irremediablemente en el abismo de la animalidad.
Gracias Alex, por este escrito. Quisiera preguntar, entonces, si al aludir a «el esfuerzo de esa sociedad» para «mejorar las capacidades intelectuales de la mayoría de la sociedad» te refieres -según entiendo- a que unos cuantos (el 1%, acaso, ¿por qué no? el 5%) puedan ser los que «tiren de esa hebra para desenredar toda la madeja» para el resto. Esto, si bien me parece precioso, quizá también, un tanto utópico. Mi pregunta es… ¿cómo lograr que 5 de cada 100 personas logren que aquellas 95 tomen distancia con la ‘animalidad’? ¿con su ejemplo, con acciones concretas, con una nueva forma de convivio y sociedad? Me encantaría ver la propuesta/plan de acción anexos a esta reflexión que nos compartes. Gracias y un abrazo.
El único escollo que existe ahora en esta sociedad, es que los poderosos ya hacen su trabajo para que esos grupos de personas no se junten, sobre todo los grupos de personas que se acercan a la divinidad. Para ellos, para esos poderosos, son un peligro, son su fin, son su acicate, no vaya a ser que sean lo suficientemente numeroso como para poner en peligro su porción de tarta.