

Mis neuronas, tan bien entrenadas por muchos años de estudio convencional en colegios y universidades de aquí y de otros lugares, están desorientadas. Y es que ellas, pobrecitas, llevan dos años recibiendo informaciones que difícilmente pueden correlacionarse de manera lógica para llevarnos a conclusiones sensatas.
Aunque pudiera parecer que me refiero a las «informaciones» que nos llegan a través de la televisión, radio o periódicos convencionales o poco convencionales (que a veces no sé cuáles son peores) no es así.
Me refiero a las informaciones que me llegan de los diferentes entornos en los que me muevo día a día. Que son las únicas válidas, porque son las que yo puedo ver y sentir de verdad.
Agradezco tener este medio para compartir alguna de esas incoherencias: quizá un amable lector pueda tranquilizar a mis neuronas abriendo una conexión nueva que las lleve a razonamientos comprensibles.
Por ejemplo, aquí va una de ellas (aunque estoy pensando en abrir una sección en este humilde medio para ir añadiendo mas: tengo varias el la lista de espera y me temo que esta lista irá en aumento):
¿Es lógico pasar en tan solo dos meses del diálogo «sentarías en la mesa de Navidad a un familiar no vacunado» al diálogo «recibimos con los brazos abiertos a ucranianos que huyen de la guerra»?
¿Es lógico que familias que no han consentido sentar en su mesa de Navidad a un padre, un hijo o un buen amigo por el hecho de que no estuvieran vacunados, ahora se sientan bien consigo mismas al abrir las puertas de sus casas a desconocidos?
Si ese amable lector llega con algún razonamiento, lógico y humano a la vez, capaz de conseguir esa conexión que a mis neuronas, tan entrenadas por otra parte, les falta… me desdiré con sumo placer de la siguiente afirmación:
«La hipocresía que nos rodea es tan abrumadoramente grande, que se ha convertido en transparente para la mayoría de las personas».
Pero advierto, alguien que no «ve» la hipocresía pero la ejerce, se convierte en hipócrita. Es inevitable.
¡Ojo! Igual esos familiares y amigos a los que nos les dejaron compartir esa cena «de amor incondicional» de la Navidad, hayan tenido suerte al descubrir que la familia de verdad no era esa… nunca es tarde si la dicha es buena.
Ay, ¡qué tranquilas se quedan mis neuronas al haber llegado a algo positivo ante tamaña incoherencia!
Mis neuronas, igualmente querida Nerea, hoy navegan -tras leerte- en un mar cuyas aguas disfrutan: el mar del menos común de los sentidos pero, ciertamente, el más preciado de ellos: el sentido común.
Somos la paradoja encarnada: amigos del desconocido y enemigos del familiar, candiles de la calle y penumbra total en casa… sí: somos los buscadores del LIKE en una red social pero imposibilitados a decir lo mucho que nos gusta y/o queremos al prójimo, cuando nadie más nos ve o escucha. Somos PAZ en tarjeta de presentación y GUERRA constante en nuestro interior. Somos AMOR en la fachada pero lo opuesto en el menaje de casa … somos acomodaticios y locos. Como decía G. Bernard Shaw: “Cuando un hombre quiere matar a un tigre, lo llama deporte; cuando es el tigre quien quiere matarle a él, lo llama ferocidad.”
En fin.
Querida Mone, todo en tu comentario podría ser en si mismo un artículo … son tantas las contradicciones!!