Creo que nunca me habías visto a los ojos y, con certeza, nunca me habías dirigido la palabra. Vivimos a pocos metros la una de la otra. En más de una docena de ocasiones te dije -sin confusión, pues no había alguien más alrededor –buenos días o buenas tardes, pero solo recuerdo el retumbar de mis saludos en la mirada contrita de mi hijo (testigo de muchas de tus omisiones) o en alguna parte de mi estómago, incómodo con el vacío que ocasiona el arrepentimiento por olvidar, una y otra vez, el amargo desconcierto de tu nula educación. 

Ayer, sin embargo, coincidimos en el gimnasio al que, ni hablar, nos apuntamos las dos. Te encontré, penosa y específicamente, dentro del gigantesco salón de spinnging que cuenta con más de 100 bicicletas y, a esa hora, muy pocos alumnos. Éramos 7, con todo y el monitor. De pronto, al culminar la rutina, empapados de sudor y sin más, te dirigiste a mí, imperiosa, altiva, con la mirada clavada en mis pupilas y el ceño fruncido, acaso insolente, acaso estrepitosa.

¡La mascarilla, póntela bien! rezongaste despótica y altisonante en aquel recinto enorme, desde la esquina contraria a la que yo me ubiqué mientras señalabas, imprudente, mi rostro con nariz expuesta, esa belleza de órgano que es la principal vía de acceso para la entrada y salida de aire de los pulmones. Aire, sí, ese que tú desprecias cada día con el bozal puesto, sin permitir el proceso natural de respiración. 

¡Ponte la mascarilla como es debido, que aquí importamos todos!, te precipitaste a bramar enseguida, sin que pudiera responder algo, cualquier cosa. Los otros individuos, aquellos con quienes alternabas casi en señas antes de prestar rigurosa atención a mi persona, observaban, unos ofuscados y otros asintiendo, cobardes y sin iniciativa alguna. 

No podré negarlo: sentí unas indómitas ganas de abofetearte, de arrancar con las uñas la mordaza horrenda de flores amarillas que combinaban con tu blusa deportiva y que cubrían casi el total de tu esquivo rostro y a través de la cual emitías una voz áspera, alterada por la tela de tu grillete bucal. 

No fui, exactamente, yo quien se contuvo, pues no puedo sola. Fue una fuerza superior la que me alejó de ti, como habrás visto. Y es que en mis conversaciones con Dios le cuento muchas cosas y luego callo. Dejo el soliloquio que vierto en Él para, finalmente, escucharlo. Es en el silencio donde encuentro su respuesta. No podría ser mejor. 

Di tres pasos a la derecha de tu enteca figura mientras mis ojos atendían a un punto en lontananza y continué, sonriente mas no burlona, con la cara casi libre del todo, llena de sudor y vitalidad, mi trayecto para irme a duchar. Recordé muy bien la repetitiva asignatura que tantas veces diste -mi abyecta vecina- a esta obcecada alumna, negada a aprender de ti. Pensaba que nunca podría pasar la difícil prueba de omitir, enteramente, la existencia de alguien que se dirige a mí. 

Lección aprendida y aplicada. No existes, no estás. 

Gracias, profe.

Por Mone

7 comentarios en «La «profe»»
  1. Si, las circunstancias actuales nos están enseñando muchas cosas: se torna indispensable ignorar a quienes se creen con el derecho de invadir nuestro espacio físico y mental.
    Aplicar el «no existes, no estas» es bastante más elegante que dar una bofetada… e implica muchísimo mas autocontrol que el que tienen las personas que olvidaron aquello de «tu libertad termina donde empieza la mía».

    1. Gracias Nieves, por tu atinado comentario. Ese «no existes» debía funcionar, incluso, a la postre de cualquier suceso que nos pueda llevar a un amargo sabor. Que el suceso en sí, deje de existir o nunca haya existido: he ahí el reto. Un beso grande.

    1. Gracias Alexis… ojalá llegara siempre más temprano, para no tener siquiera, un pensamiento negativo. Un abrazo y aprecio mucho tu lectura y comentario.

  2. Mone, che verità hai detto. In palestra soffro di pazzi intorno a me che vogliono svenire soffocati. Sto leggendo e dicendo SÌ, succede.
    Ho usato il tuo computer per commentare. Grazie di tutto.

  3. Mone, que bien escribes!!
    Quería preguntarte si conoces algún grupo de música mejicana que estén en Madrid o alrededores. Ya sabes para qué…

    1. Carlos, muchas gracias por ‘pasar por aquí’ un rato a leer. De la consulta que haces, seguramente sí, pero para ello, déjame saber cómo me comunico contigo. Un abrazo.
      Mone

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