Por la fonética del vocablo que intitula estas líneas, queridos amigos, muchos quizá discurrieron en que hoy haría referencia a alguna corriente artística del todo desconocida y de la que, a sabiendas de su fascinante curiosidad, querrían saber enseguida. Penosamente, no es así. Tengan la certeza de que hubiera preferido esa primera hipótesis que lo que hoy, realmente, me ocupa. 

Se trata de una tendencia universalizada que parece haber entrado en los epitelios (por citar algún lugar) de niños, jóvenes y mayores por igual y que posee dos inconfundibles manifestaciones físicas, por lo visto connaturales y que se dan de manera simultánea: la expresión verbal “da igual” y un encogimiento automático o contracción de ambos hombros. 

Observen, amigos lectores, con sus propios ojos. Hablen con el de al lado y pregunten cosas de carácter un tanto más personal -acaso, comprometedor- en cuanto a ideas y gustos. Creo que se sumarán a esta observación: el DAIGUALISMO parece haber llegado con una fuerza inconmensurable a cada rincón del planeta, pues, si lo analizamos bien, atrae de momento porque es cómodo, conformista y justificante. Nos «protege» de la desnudez de nuestro espíritu, apaga la luz que clarea lo que somos y silencia el manifiesto que teníamos para identificarnos como entes individuales y únicos. Es una tendencia que brinda aposento a la pasividad y que excusa -con falsos aires de liviandad y adaptación al medio- la ausencia de opinión propia para entonces fusionarse en el anonimato de la masas. 

Claro, y es que cuando todo da igual, el anhelo personal y ferviente que vivía en nosotros, acaso con sed de probidad, de un mundo increíble y en constante mejora, transmuta por lo que sea que ocurra en ese momento, pero en muchedumbre: arbitrariedades, contrasentidos y tiranías, da igual. 

Cuando era mi turno en la dulcería del cine, hace un par de días, tuve la fortuna de encontrarme con una chica atenta que parecía entusiasta con su trabajo y que asomaba cierta sonrisa con los ojos, mientras preparaba mis palomitas. Le dije, con algo de socarronería -adoptada de un tiempo para acá en la lid de dejar por ahí alguna semilla de pensamiento crítico ante tanta aberración cometida a efecto de esta ____ demia-  que seguramente estaba feliz de que en breve podría respirar, como es debido, sin esa mascarilla en la cara, también en su escenario de trabajo. Su respuesta, aunque ya la intuyen, debo iterarla: “da igual, si es que ya me acostumbré”.  

Queridos todos, el DAIGUALISMO, a mi entender, debía ser, prácticamente, erradicado. No importa si se trata de algo anodino o no: desde cómo queremos el café, qué color preferimos al vestir, a dónde deseamos ir… hasta qué haremos a partir de ahora con nuestras vidas y cómo vamos a actuar ante la iniquidad de leyes y derechos esenciales debemos, invariablemente, ejercer una respuesta juiciosa, nuestra, rebosante de entereza.

Si entregamos nuestros intereses, gustos y hasta antojos a esta mezquina conducta, entonces, sin lugar a dudas, lo habremos entregado TODO y de nosotros quedará la opacidad de un cuerpo que tan solo deambula, así como la insustancial existencia de lo que pudo haber estado lleno de divinidad.  

Yo, amigos, del verbo subsistir al de VIVIR me inclino, 100%, por este último. No me da igual

Un abrazo muy sentido.

Mone

Por Mone

9 comentarios en «El peligroso ‘DAIGUALISMO’»
  1. A mi tampoco “me da igual” Mone, pasar por este camino de la vida sin saborearlo no tiene ningún sentido… ¡como va a ser lo mismo!
    Has dado el el clavo con el término “daigualismo” que viene a significar lo mismo que “es lo que hay” … que parece tan de moda que nulos últimos meses también.

    Pues no, no da lo mismo tomarse un buen jamón de jabugo que un York de supermercado sin sabor. Y no, no da lo mismo respirar oxígeno puro que permitir ser envenenado poco a poco día tras día.

    Lo dejo aquí el comentario que me enciendo y dejo de ser tan “correcta”

    😉

    1. Tienes razón, Nieves querida… ese «es lo que hay» vive en la puerta contigua del «da igual». Son vecinos en un barrio taciturno, en el que nada florece. Que nunca paseemos, siquiera, cerca de sus calles ! Un beso !!

  2. No es lo mismo bravo que bravísimo y, por tanto, no da igual. A mi me encanta, por ejemplo, relacionarme con gente despierta, viva -quiero decir, con ganas de vivir-, antes que con gente enmascarada, que ocultan sus miedos… Cada día espero encontrar y encuentro personas que me hacen ver que nada es igual a sí mismo (ninguna nada es igual a otra) y que no da igual tomar el riesgo de vivir, que el sinvivir de no querer morir a cualquier precio. En fin, Mone ¿Se nota que ma ha encantado tu escrito?

    1. Alexander querido… vivir con ganas de vivir: me ENCANTA ! Si el problema del miedo no es a morir, por lo que parece hoy en día, sino a vivir. Tú estás, claramente, en el lado opuesto de ese temor. Te abrazo fuerte. Gracias !!

  3. Me siento muy identificado con el artículo. Creo que la mayoría tiene tanto miedo (intencionadamente provocado) a llamar la atención con posibilidad de equivocarse, que prefieren retozar en la mediocridad. Efectivamente, les da igual.
    Gracias por expresarlo tan bien.

    1. Quien lo expresa muy bien en breves líneas, eres tú, Jorge. Lo has resumido con pocas palabras, certero y exacto. Se trata de NO llamar la atención con riesgo a error.y por tanto, navegar en lo pusilánime. Gran reflexión. Yo me siento identificada con tu comentario. Muchas gracias por detenerte a leer. Un abrazo !

  4. El DAIGUALISMO, creo es el resultado de una contra-educación (sutilmente dirigida, sin uso de fuerza) , es peligroso porque como dices en ese orden, principalmente son los niños (Nuevas Generaciones) los mas afectados.
    Lo que hagamos o dejemos de hacer tendrá consecuencias, y (tenemos muchas ahora) hay mucho trabajo.

  5. Querido Carlos, muchas gracias por tu estupenda reflexión. Vaya sutilezas: han «colado» muy bien, en virtud de que parece que el ‘daigualismo’ está inserto ya , en el ADN de millones. Un abrazo muy fuerte para ti hasta México !!

  6. Si, así es, a la gente le acaba dando todo porque ven que no vale la pena luchar, pero hay que recordar esa preciosa frase: «me enterraron y no sabían que era semilla», todo lo que hagamos da fruto, quizás no inmediato, pero lo da. Digo yo que hay que confiar

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