Viendo los anhelos humanos a lo largo de su historia, no deja de sorprenderme el continuo afán por automatizar todas las tareas de la vida cotidiana, tan comunes como el desplazamiento, el transporte de objetos, realización de tareas de la vida doméstica, como el lavado de la ropa, la vajilla, la preparación de alimentos, y todo este esfuerzo humano está dirigido hacia una disminución de los requisitos físicos necesarios para poder realizar dicha actividad.
El esfuerzo humano dedicado a la reducción de los requerimientos personales tanto físicos como de tiempo en actividades diarias, sin duda ha supuesto una mejora en la calidad de vida, pudiendo los hombres dedicarse a otras tareas que, podemos decir, permiten un desarrollo personal en su esencia humana, como son la cultura, el poder trascender a su propia existencia, y como no, también poder reflexionar sobre su existencia, es decir pensar.
Pero en este proceso de automatización de todas las tareas, desde la búsqueda de archivo, hasta la ejecución de tareas físicas, hay una que no se puede automatizar y que depende exclusivamente de cada uno de nosotros, bien de forma individual o de forma colectiva, y que se corresponde con la actividad de pensar, o mejor dicho, discernir sobre la realidad, pudiéndola observar con objetividad.
El ser humano en su afán de hacer reflexionar lo menos posible a la mente, busca automatizar las tareas, porque no nos olvidemos a la mente le gusta funcionar en automático, sin reflexionar de modo alguno.
En este proceso de automatización del análisis de la realidad, la mente también anhela poder extenderlo al juicio sobre los hechos y acontecimientos, habiendo sido delegada esta tarea en grandes instituciones religiosas o políticas, que nos señalan como las debemos juzgar, lo que debemos y no debemos hacer y como debemos reaccionar ante ellas.
Esto resulta especialmente cómodo para los seres humanos, y particularmente a la mente, que no tiene que realizar un discernimiento sobre lo que otros organismos e instituciones se han dedicado a pensar y juzgar por nosotros. En definitiva, se produce un efecto de delegación de tareas de las que de otro modo nos veríamos sometidos a un trabajo, que en otras ocasiones es extenuante y del que seguramente no tenemos toda la información necesaria para poder realizar dicho proceso de análisis. A todo esto habría que añadir la complejidad de la realidad, o mejor dicho, como los generadores de información enmarañan la realidad con noticias que no aportan nada, más bien ruido, desorientación y desesperanza.
No es de extrañar que son muchos los seres humanos que han cesado en su búsqueda de la verdad, y que debido a la complejidad y desorientación a la que se ven sometidos, han decidido, que por qué no iban a confiar en otros organismos cuyo fin nos han hecho ver durante años de programación, que los fines que persiguen son loables y por lo tanto confiables, quedando reducido nuestro ámbito de preocupación a realidades más cercanas.
En definitiva, se ha producido un proceso de delegación de cuestiones muy importantes y relevantes para nuestras vidas, tales qué creer, cómo comportarse en determinadas situaciones, cuáles son los ejes de actuación de nuestras vidas, cómo de cuidar de mi salud física y mental.
Pero cuando cuestiones tan importantes son delegadas y asumidas libremente sin coacción alguna, inexorablemente debe asumir sus consecuencias y no existe posibilidad alguna de pedir responsabilidad a nadie, además, para qué, bueno cabría decir que para que otros no les pase lo mismo.
En definitiva, el hombre en su afán de hacer más liviana su existencia lleva a cabo una tarea de reduccionismo mental, que redunda en una incapacidad de enfrentarse a la realidad, que en definitiva es una incapacidad de enfrentarse a sí mismo y sus sombras.
Por lo tanto, si bien hacer más livianas las tareas físicas de este mundo es loable, esto no debe hacerse extensivo al proceso más profundamente humano que existe que es la toma de consciencia, preguntarse el porqué y para qué de las cosas, de los acontecimientos, por lo que no debemos cesar en este proceso del despertar interior, porque de lo contrario, o pensamos o seremos pensados por otros.
Veritas vos liberabit
Interesante, podemos delegar nuestras decisiones, pero nunca nuestra responsabilidad, y sí, este momento de incertidumbre es perfecto para tomar consciencia, sino marionetas somos
Muchas gracias Eduardo:
Has resumido en una frase todo el artículo.- ¡Qué grande!.
Un abrazo.