Dudas, temores e incertidumbre es lo que ha acompañado a toda persona durante estos ya más de dos años en los que llevamos de la «Epidemia Covid», las cuales se han acrecentado por las grandes contradicciones en que han incurrido las autoridades responsables, tanto en cuanto a las explicaciones de la génesis del virus, como en los tratamientos que se han planteado para su correcta resolución.

En este poema, donde un coronavirus acude atribulado al psiquiatra para transmitirle sus preocupaciones, se expresan de una forma fabulada algunas de estas contradicciones, a las que el psiquiatra da una respuesta yendo más allá del discurso oficial.

En la sala de espera me encuentro,
la doctora me dice: “adelante”,
suspiro y me levanto vacilante,
en un elegante despacho entro.

Sonriente me pide asiento tomar,
procede a sacar unos folios blancos,
reposa pensativa unos segundos,
las gafas lenta se procede a ajustar;
yo examino nervioso la habitación,
la librería repleta y la docta titulación.

“¿Qué le hizo venir?”, pregunta con afabilidad,
la vista aparto, con vergüenza de aquí estar,
afirma comprensiva: “hable con total libertad”,
un brillo en mi mirada, su gesto me hizo confiar.

Trémulo unas palabras oso pronunciar:
“Me encuentro muy triste y desanimado, 
desconozco por dónde he de empezar”;
serena dice: “siga, aquí será escuchado”.

Prosigo: “¡Ay!, tengo una inmensa pena
por quienes son mis padres desconocer,
unos dicen: “el doctor Fauci bien puede ser,
te engendró en un laboratorio de China”,
mas yo le veo ponerse de perfil sin cesar,
al murciélago y al pangolín procede a acusar.

Y me resulta del todo inexplicable,
si al extinto mamut pueden resucitar,
y terapias génicas empiezan a usar,
¡mi origen les resulta indescifrable!”.

Me da un pañuelo la doctora, 
densas lágrimas dejé resbalar,
con un gran afecto me mira,
reflexiva comienza a hablar:

“Sí que resulta de verdad extraño,
la genética avanza una barbaridad,
mas conserve usted la tranquilidad,
todo se conoce al fin sin remedio;

al que vea ocultar la evidencia,
su ascendiente debe considerar;
mas usted para nada debe penar, 
su biología es de enorme valía”.

Me relajo y la miro tranquilo,
mi autoestima pudo elevar,
otra lágrima seca mi pañuelo 
un vahído me hace continuar:

“Soy el ser más malvado,
culpable de a la gente matar,
la crisis económica crear,
y de todo familiar deprimido”.

La doctora suelta una carcajada:
“increíble lo que hay que oír,
si el sistema inmune se descuida
se facilita una enfermedad sufrir;

sigan los de siempre médicos consejos:
tomen vitamina C, D, Zinc e infórmense,
paseen, tomen el sol, respiren y cuídense,
sean cariñosos y den sentidos abrazos;
el doctor claro al enfermo va a cuidar,
mas han de hacer al organismo colaborar”.

Su carcajada comparto,
es en verdad absurdo,
lo hace tres años válido,
se ha quedado obsoleto.

Ya relajado resulta más fácil hablar:
“ayer de culpabilidad mi alma se llenó,
con una vacuna me quieren derrotar
que para mi tatarabuela se diseñó,
con gran facilidad la puedo esquivar;
y cosas raras veo en quien se vacunó”. 

La doctora responde con seriedad:
“es importante lo que me pudo contar,
de las inoculaciones su seguridad,
solo el tiempo la puede mostrar,

ahora nuevos efectos secundarios 
se nos comunican con asiduidad,
leves son unos, otros de gravedad;
afirman serán pocos los afectados.

Mas ya vimos su errónea valoración
en la pretendida inmunidad grupal
y en la fabulosa efectividad vacunal,
¿podemos creer esta aseveración?.

Rezo todos los días con fe indeleble
para que no nos ocurra nada malo,
mas usted por favor esté tranquilo,
del proceder humano no es culpable”.

Recoge la psiquiatra los papeles,
nada en ellos veo ha apuntado,
se ajusta de nuevo los lentes,
entiendo la sesión ha terminado.

¡Ay!, ¡qué bien me siento!,
procedo alegre a pagar, 
tratar con ella da gusto;
me consiguió bien animar,

y quizás todo me sea posible arreglar,
puede encuentre al científico honrado
que me diga conmovido: “hijo amado”. 
Nada se puede por siempre ocultar.  (Mt 10. 26-27)

(Mt 10. 26-27: Por tanto no tengáis temor de ellos, porque nada cubierto no será revelado, o escondido que no se acabe sabiendo. Lo que os digo en la oscuridad, decirlo en la luz, y lo que oís en susurros, decirlo en las azoteas)

PD: desde este Periódico reclamamos que toda persona para poder decidir sobre su salud esté adecuadamente informada, para lo cual es preciso conocer todas las opiniones, tanto las que se transmiten desde los medios de comunicación masivos, como las que no coinciden con la línea oficial (que corresponderían a las que expone la psiquiatra) para lo cual adjuntamos estas breves reseñas:

Por Eduardo Lacambra

Escribo de temas sanitarios como Diplomado de Acupuntura por la Universidade de Santiago, y en otros temas como Ciudadano de a pie, Ingeniero sin ejercer, y Creyente, y siempre desde el escepticismo y la sanísima duda permanente

2 comentarios en «Poesía: Un coronavirus en el psiquiatra»

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