Cómo defenderse y atacar al mal
Por imposición oficial, como medida preventiva contra el COVID-19, me quedé bloqueado en mi casita de Algodonales, Cádiz, y allí terminé Homo. Animalidad-Divinidad. Pero también, en la soledad impuesta, comencé a pensar en el mal como concepto. El caso es que en aquel momento sentía los embates de las fuerzas que yo entendía como perversas y contra las que me sentía indefenso. En resumen, tras darle muchas vueltas llegué a la conclusión de que el único escudo global para defenderme del mal era el amor, pero ¿qué era el amor? Tan pronto la pregunta estuvo formulada, me puse a investigar el asunto, lo que me llevó a concusiones maravillosas, que ya os contaré.
Medio año después, más o menos, cuando los que ‘velan’ por nosotros y nuestro bienestar consideraron que, sin género de duda, ya podíamos viajar, yo viajé y di con mis huesos en Madrid y allí me volvieron a encerrar, tanto por designios naturales -una gran nevada hizo imposible la vida habitual-, como por culpa del ‘covid’ -un rebrote de la epidemia estaba asolando el pueblito donde vivía- (lo dijo el alcalde que, a su vez, se lo habían dicho los que ‘cuidan de nosotros’). Total, de nuevo tuve tiempo para pensar, y pensé. También, zascandilee por los hospitales buscando la verdad oculta tras tanta mentira lanzada por los que tendrían que protegernos, y llegué a una conclusión: la fuente del mal no es una sino múltiple. En cada uno de nosotros está el mal, y, a la vez, el bien. Que no existe Lucifer ni Satanás ni nada externo al humano, sino el mal individual, ya sea el que hay en mí, ya el que está en Soros, Gate o cualquier otro de ese clan. Por tanto, como buen estoico me centré en lo que está en mí y dediqué gran parte de mi albedrío en subsumir el mal que pueda haber en mí en alguna caja tan solida como pueda imaginarse para que no aflore ninguna maldad de mi ser. Esto sí está a mi alcance, pensé, y, si lo consigo, habré eliminado una parte alícuota, la que está bajo mi control, del total del mal del mundo que, sin ser mucho, sí es lo que yo puedo hacer. Y lo estoy haciendo.
Seguro de mí -cada vez más-, seguí caminando por el mundo sin miedo a dioses ni a diablillos. Mas, he aquí, que ayer descubrí ¿por casualidad? que dispongo de un arma de ofensa para luchar contra el mal ¡Ya basta de defenderme de él! No hay mayor ni mejor forma de debilitar los planes malignos que ignorarlos. Y yo ya he empezado.
En resumen, no escatimes en dar amor y abre tu ser al amor, asumiendo todos los riesgo derivados… Cercena todo intento de generar defectos de amor: elimina el mal que haya en ti. Y por último saca de tu mente cuantas iniciativas percibas que proceden del mal o coadyuvan con él: ignóralos.
Así actúo yo en un presente continuo, y no me va mal. Mas ¡qué caramba! Me va de perlas.
Prueba y verás.
ABN
Muy sabio artículo, céntrate cada minuto de tu vida en el bien, el mal está pero si colocas tu mente en el bien no aflorará