Argumento de la belleza - Wikipedia, la enciclopedia libre
Hay belleza en todo, solo se necesitan las gafas adecuadas

¿Es posible separar amor de belleza?

(Texto derivado de la Discusión La Belleza que se llevó a efecto en Ecoencuentro el pasado 22 de julio, 2022)

Hay vida biológica, que no sabe de belleza. La belleza solo existe para los humanos ¿En todos? Bueno, vamos a ver. Seré mas preciso. Sí, todos los humanos aprecian la belleza, más o menos, pero cada cual la aprecia a su forma.

Antecedentes

Pongo dedos al teclado dejando que la mente que soy se haga cargo de la situación y, como parte fundamental de tal proceso, me pregunto ¿Cuál es el sujeto sobre el que hay que actuar y cuál el objeto? Sin esos datos la mente no sabe qué hacer. Así que, en una recursión a la que estoy habituado me respondo: Sujeto: la belleza. Objeto: aproximarse a su esencia, a su naturaleza íntima.

Centrado así el asunto, defenderé la tesis de que la belleza no existe excepto en la mente humana (no hay otra, por supuesto) y lo haré expresando con toda sinceridad lo que sea que piense y lo haré a sabiendas de no ser portador de la verdad. No obstante, el lector puede estar seguro de que yo no miento, aunque es posible que no diga todo lo que pienso.

Antecedentes

Desde hacer bastante tiempo, sé -intuyo- que el más eficaz escudo del que se puede disponer para defenderse del mal es el amor. Por otra parte, no ha mucho llegué a la conclusión que el mal no es un agente externo como Lucifer o Satanás, sino que está exclusivamente en los humanos, de la misma forma que lo está el bien. Por último, muy recientemente he tomado consciencia de que, además de defenderme del mal, también puedo ofenderle, atacarle, por el muy simple procedimiento de ignorarlo. Ya contaré en otra ocasión cómo se consigue lo primero, se entrena uno en la segundo y se perfecciona y automatiza lo tercero.

Todo lo anterior me sirve de introducción al tema que nos ocupa porque si el alma está repleta de amor y si, además, se ha convertido en un emisor de ese sentimiento, quiere decirse que por allí brota, de una forma u otra, la belleza. Simultáneamente, la fuente de la que brota el mal que hay en todo humano queda cegada tan pronto como la belleza inunda el ser de los humanos. Finalmente, despreciar las iniciativas del mal cuando se hacen presentes requerirá menos autocontrol cuanto más capacidad tienen los individuos de disfrutar de la belleza y de distinguirla de la la fealdad camuflada.

La unidad referencial

Todo técnico, para operar sobre cualquier cosa necesita conocer las unidades con las que va a medir y, por consiguiente, evaluar lo que se le presente. Sin ello, está perdido. Y si tales unidades de medida no existen, entonces se inventa escantillones. En consecuencia, lo primero que me propongo hacer es localizar la menor cantidad de belleza con la que operar, si no escalarmente, al menos hacerlo apoyándome en la lógica difusa. De esta manera, podré juzgar la belleza, al menos en términos relativos. Y a ello he dedicado mis primeros pasos. Así, tras varias idas y venidas, subidas y bajadas he llegado a la conclusión de que el acorde musical es la más pequeña unidad de medida sobre la que construir un razonable edificio que albergue el concepto belleza. Deje que me explique.

En música y teoría musical, un acorde consiste en un conjunto de dos​ o más notas diferentes que constituyen una unidad armónica. Dicho cabalmente, si se hacen sonar simultáneamente dos o más notas se produce un sonido que, si es agradable se tratará de un acorde consonante y, en caso contrario, si el sonido es desagradable, estaremos en presencia de un acorde disonante. Y esto me parece indiscutible. En consecuencia, mi punto de apoyo inicial es el acorde consonante. Esta es, en lo que sigue, mi unidad básica de medida de la bello: lo más pequeña pieza de belleza es el acorde consonante.

Ahora bien, el concepto de acorde tiene otras acepciones lo que quiere decir que también vale por aquellas cosas que son conforme, iguales y correspondientes o  que están en armonía, en consonancia. Y, si es en el ámbito de la pintura, entonces  se refiere a la entonación y el colorido.

Yo, como avisé, voy a empezar por el acorde musical como mi unidad de medida de la belleza gracias a lo que podré orientarme sobre qué me parece más bello que aquello otro o si a esto le falta mucho para ser tan hermoso como lo de más allá. En todo caso, el acorde consonante  es probablemente y en mi opinión el que menos dudas ofrece a unos u otros a la hora de valorarlo como ‘agradable’. Y siendo el acorde una unidad armónica que, si es consonante, produce placer o, al menos, no es rechazado por el oído, me encuentro que puedo asumir lo agradable como un chispazo de belleza y, así es como encontré mi unidad de belleza: el acorde.

El acorde como unidad de medida.

Supongamos que una pareja asiste a una celebración en el campo organizada alrededor de una  barbacoa. Las dos personas de la tal pareja visten conforme a lo que se espera de alguien que asiste a una barbacoa y, por añadidura, son unos conversadores hábiles y entretenidos. Así las cosas, llegado el momento de disfrutar de los manjares que salgan de la parrilla, nuestra pareja, ambos dos, toman la comida con las manos y se la llevan a la boca. Como consecuencia, se llenan la cara de grasa y su indumentaria resulta manchada, no solo por las gotas de aceite que caen durante la masticación, sino, también, al ensuciarla con las manos al limpiárselas sobre ella. En consecuencia, se observa que el comportamiento de la pareja no es acorde con su apariencia, lo que elimina todo vestigio de belleza derivado de la presencia de esas dos personas en la barbacoa. Como consecuencia de la dis-cordancia (falta de correspondencia o armonía entre la apariencia inicial de la pareja y el comportamiento mostrado a lo largo de la barbacoa), no ha habido ningún aporte de belleza.

Por el contrario, aquellas personas que cuidan su apariencia personal conforme al contexto en que se van a mover están aportando belleza allá donde vayan. Quiere decirse que están acordes.

La belleza excepcional y la de andar por casa

Una visita al Prado o a la National Gallery nos situará ante la belleza  enmarcada, estática, a la espera de ser contemplada. Algo similar mutatis mutandi sucedería si se asiste a una interpretación en el Royal Albert Hall, pero con un resultado mucho más dramático que el caso anterior ya que la música cuando suena desaparece y solo queda en el recuerdo. Y eso pasará una y otra vez sin importar el número de veces que oigas la pieza, y esto es así porque el espectador no se puede llevar una imagen mental del acontecimiento a no ser que memorice la partitura y la recree mentalmente. En resumen y quiero decir que hay lugares específicamente destinados a ser contenedores o emisores de belleza. Y sirven como modelos y referencia de lo que es bello en ciertos momentos de la sociedad. Pero ¿qué hay en el día a día? ¿Cómo puedo disfrutar de la belleza en cualquier momento y ocasión? ¿Es que no hay una belleza de andar por casa? Pues, sí. Hay una belleza portátil, una belleza que está con nosotros, en nosostros, los humanos, si se quiere y se sabe cómo. Permítame una aclaración.

Explicación

Hace no mucho, caminaba yo en solitario, como suelo, por un pinar enorme que hay en el pueblo donde resido. Esta preferencia -la de andar en soledad- se debe, probablemente, pienso yo, a que, al andar sin compañía, me he acostumbrado a entrar, de forma automática, en meditación. Y esto es así especialmente cuando estoy rodeado de naturaleza. En fin, sea de ello lo que fuere, el caso es que un cierto día en un determinado momento, al cruzarme con otro caminante solitario dije espontáneamente buenos días. Este gesto produjo en mí interior una agradable sensación derivada, según lo entiendo, de que yo, la mente que soy, trasmitió a mi cuerpo la sensación de agrado que se generó en mi alma al desear a un extraño un buen día. Y, así, al  poner acorde mi cuerpo con mi alma, se produjo un chispazo de belleza o, dicho de otro modo, yo generé, un acorde consonante. Pero ahí no acaba la vivencia poque la persona a la que saludé me devolvió el saludo y, entonces, al mío se unió el acorde  consonante  producido por el desconocido. ¡Ah, que maravilla! Sentí que mi ser se alegraba al percibir dos  chispazos consecutivos de belleza. Acto continuo, sin solución de continuidad, el desconocido me miró a los ojos y sonrió. Entonces yo sentí que mi alma aumentaba en alguna medida su cupo de belleza y satisfacción. Y, así, por tan poco esfuerzo, en un casual cruce de caminares, se generó la belleza suficiente como para hacer más agradable el caminar por la vida. Cuando la fugaz experiencia que acabo de contar concluyó, recapacité y me dije la belleza se puede percibir en todo… si se desea. De esta forma, nuestro tránsito por este mundo se hará más y más hermoso en la medida que seamos conscientes de percibir belleza en todo lo que nos rodea, tanto si estamos quietos como cuando caminamos, tanto en soledad como cuando estamos en medio de una multitud. Si nos esforzamos en esto, tanta más belleza captemos, ya en los pequeños detalles, ya en los más evidentes, más hermosas resultarán las vivencias que se tengan. Esto mismo, expresado en su esencia, considerando que la belleza es una manifestación del amor, se resumiría en ‘cuanto más amor demos, más amor recibiremos’.

ABM

Ahí queda eso.

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