«Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los graneros, no hacen nada más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor.“

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Verano del 2017… ¡Tiempo Libre!. Por fin tengo tiempo de leer.

Este año voy a buscar un buen libro. Los de Dominique Lapierre y Noah Gordon ya me los he leído todos. ¿A ver qué libro puedo encontrar?. Me han recomendado “Matar a un Ruiseñor”, de Harper Lee, no es el típico libro veraniego, ¿pero por qué no?. Solo espero pasar un buen rato, y si además disfruto de una literatura de cierta calidad mejor que mejor.

Cada mañana, después del largo paseo por la playa, me doy un buen baño, cojo la silla y a leer.

¡Qué gusto!, las aventuras que relata me van enganchando, y no sé con quién me identifico más, si con la divertida protagonista y su afán por conocer el mundo, con su padre y su vida de orden pero con sus misterios, o con el amigo de la niña que le altera su vida.

¡Ahhh!, y no puedo olvidar el hermano que es la referencia de la niña: su admirado «hermano mayor», responsable de ella, pero también su eterno compañero de juegos y aventuras.

El libro poco a poco me va interesando más, y cada tarde al bajar a nadar a la piscina, llevo un nuevo acompañante, «Matar a un Ruiseñor»… sí, tengo otras cosas por leer, pero me apetece saber más del libro, aparecen nuevos personajes que me enganchan, algunos en serias dificultades (¡ay, bendito ruiseñor!), así como el mundo real tras la apariencia idílica de este pequeña localidad de Estados Unidos.

Pasan las semanas con mi libro de amable compañía, hasta que llega el día en el que el escaso grosor del libro que queda por leer me dice a gritos: ¡acábame y da otra oportunidad a alguien para que me ojee!… y yo, que con los libros son muy considerado, no puedo dejar de hacerle caso, y se multiplica por dos el tiempo que le dedico en la playa y en la piscina, eso sí, casi a precio de no comer. Pero yo por los demás hago lo que sea.

Y una tarde, con dolor por tener que dejar a mi acompañante, pero con la alegría de liberarle para que pueda crear en otra personas un mundo tan colorido, lo cierro con una sonrisa y un poco de amargor por alguna trama que me ha impactado, me quedo pensativo y me pregunto, ¿he pasado un buen rato leyendo esta novela?.

Y a fe mía que lo he pasado, es una magnífica descripción de la América Profunda, de los estados del Sur, concretamente del Estado de Alabama y su problemática, especialmente racial, en los años 30 del siglo pasado, de cómo viven y sienten sus habitantes. Con su lectura he podido aprender una forma de ver el mundo muy lejana a la mía pero que resulta totalmente creíble.

Hay que recordar quién fue la autora, la escritora Harper Lee, nacida en Monroe, Alabama, en el año 1927, y que describe en el libro de una forma fabulada el mundo que vivió en su infancia.

Me encantó el personaje de la niña protagonista y también relatora de la historia, el ingenio y la agudeza con que la cuenta es de destacar, excelente enfoque para hacer atractiva la lectura del texto.

El libro tiene infinidad de escenas brillantes, pero de entre ellas yo destacaría dos, la primera sería la descripción de cómo la niña y su hermano se relacionan con la vecina gruñona, ¡cuánta sabiduría y belleza!; y la segunda, que es mi preferida del libro, es aquella en la que los dos hermanos ayudan a su padre a resolver una situación problemática de una forma absolutamente genial.

Esta última escena me recordó algún principio de Oriente que seguramente hemos escuchado en algún momento de nuestra vida, “no hay ninguna persona que sea absolutamente mala”.

Hace tiempo que no encontraba un libro con tanto sentido del humor para contar cosas realmente serias, las cuales además te hacen reflexionar sobre problemáticas que son habituales en nuestras vidas: ¿cuál debe ser la actitud de una persona cuando el entorno es contrario a lo que uno piensa?; ¿es posible cambiar una realidad por muy complicada que ésta sea?.

Seguramente a cada persona se le ocurrirán cuestiones diferentes durante la lectura del texto, pues tiene múltiples enfoques que pueden resonar con cada uno, lo cual hace su lectura aún si cabe más interesante… pero sea cual sea la visión particular de cada uno y como bien dicen en le libro: ¡es pecado matar a un ruiseñor!.

Tras su lectura solo puedo decir que es un buen libro para leer en verano y en cualquier época del año. Excelente literatura, buen humor y una descripción ingeniosa de una época de un país que te hace pensar.

Recomendable.

Por Eduardo Lacambra

Escribo de temas sanitarios como Diplomado de Acupuntura por la Universidade de Santiago, y en otros temas como Ciudadano de a pie, Ingeniero sin ejercer, y Creyente, y siempre desde el escepticismo y la sanísima duda permanente

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