El Camino, en todas las tradiciones espirituales del mundo, es un lugar pero no lo es. Una pequeña reflexión sobre él.
Al Camino me intenté acercar,
su localización hallé en un libro,
un perro se puso fiero a ladrar,
lo solté, sentí el atávico peligro;
¡Ay!, la Senda es del mundo real,
no está en un lindo texto ideal.
¿Camino ansiado dónde estás?,
ansío libre por ti feliz transitar.
Más tarde me intenté aproximar,
dije: “lo puedo hallar meditando”,
una granizada me impidió avanzar,
su rastro se fue leve difuminando;
¡Ay!, la meditación fue de utilidad,
pero me faltaba cambiar de verdad.
Camino, ¿dónde te encuentras?,
quiero de tus entrañas disfrutar.
Luego con prisas quise a él llegar,
un asno de un sabio me llevaría,
de una mofeta el olor le hizo recular,
el viaje tornó en amarga pesadilla;
¡Ay!, solo se llega a él con tesón,
encontrar un atajo es una ilusión.
Sendero, ¿por qué me rehúyes?,
sueño ávido de tu esencia gozar.
Al Camino al fin decidí renunciar
y respetar sin más la Ley Celestial:
“Trata a los demás de modo igual
como quisieras a ti verte tratar”.
Pude así mis sombras desprender
mientras sus señales me hacían ver.
En el Camino al fin me sentí estar.
¡Gracias por tus secretos ocultar!.
Escribo de temas sanitarios como Diplomado de Acupuntura por la Universidade de Santiago, y en otros temas como Ciudadano de a pie, Ingeniero sin ejercer, y Creyente, y siempre desde el escepticismo y la sanísima duda permanente